Nuestra única obligación es ser felices. Sin embargo, cuando en el juego de la vida nos adentramos en el fascinante mundo de las relaciones humanas, podemos construir un maravilloso puente de la felicidad o hipotecar nuestra libertad y con ella la misma felicidad. Desgraciadamente hemos llegado a la era del automatismo en que todo esta programado y a toda acción corresponde una reacción.Cuando en la vida actuamos en proporción a los estímulos recibidos,somos dependientes.
Depender de Dios es llevar la libertad hasta la frontera de las posibilidades, pues el tiene un gran plan infinitamente mejor que el nuestro, para nuestra felicidad, no so lo en la otra vida sino también en esta. Si nosotros rompemos el lazo, si deseamos nuestro nudo entonces nuestro codependiente solo tendrá que desamarrar el suyo para mirar el horizonte con las alas extendidas.
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